viernes, 25 de octubre de 2013

Algunas palabras a un año de la Tragedia de la Cooperativa Obrera


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(Foto Cecilia Maletti)
Hace un año estaba en la Conrado, a punto de iniciarse una función de un ciclo de cine. Mi viejo me llama por teléfono para contarme que por la radio avisaron que se había caído una losa del techo de la Cooperativa Obrera. El comentario tenía una cierta importancia. Unas semanas antes, él había ido pro primera vez al lugar y quedó sorprendido al saber que aún figuraba como socio de la época de Bahía Blanca. Le llamó la atención ese detalle casual. A medida que iban pasando los minutos, veía en el Facebook como mucha gente que estaba allá, en el lugar de los hechos, subía fotos de lo que estaba pasando, ante el silencio llamativo del canal local. Ya a la noche, la noticia había sido difundida a nivel nacional y ya no había forma de callar el tema.

Así fue como por las horas siguientes se registraron varios episodios interesantes de recordar: dos llamados periodistas locales se peleaban por Twitter para ver quien tiraba más cifras de muertos y heridos, llegando al corolario de lo absurdo cuando la esposa de uno de ellos se mete en la conversa para defender a su parido; el secretario de coordinación de gabinete de la Municipalidad, Marcelo Bermúdez, anunciando por TN que estaban preparando los papeles para la Justicia horas antes de que la Justicia anunciara que se iba a allanar la Municipalidad (casualmente, ese video desapareció de youtube); la conferencia de prensa mentirosa realizada irónicamente en el momento donde rescataban los primeros cuerpos en la cual el intendente Horacio Quiroga se desligaba de toda culpa y responsabilidad por controlar obras negando el conocimiento de las obras mismas pero presentando los papeles que daban cuenta que sabían que se estaba haciendo; las cifras poco precisas de cuanta gente herida había, integrantes del gabinete municipal yendo al lugar para sacarse fotos hasta con mamelucos a estrenas; la pelea del gobernador Jorge Sapag y Pechi por quien saludaba antes a los afectados; las quejas por la lentitud de los trabajos de rescate y la falta de atención a familiares, y, en lo particular, el más llamativo de todos, la solidaridad y la rápida reacción de vecinos y vecinas que se acercaron para ayudar, que brindaron contención, difundieron el listado de cosas que se necesitaban, que dieron contención, que estuvieron allí, sin hacer distinciones de colores políticos.



Los días siguientes estuvieron colmados de bronca y mucha impotencia. Sobre todo, por saber que los dos Estados se peleaban para ver quien tenía más culpa. La Municipalidad, por su parte, acusaba que todo se trataba de una jugada política, que busca un golpe institucional, que buscaba derrocar a Quiroga, acosaba de pronto a los vecinos que estaban construyendo en sus casas al punto tal de la exageración de mandar orden de desalojo a una mujer que había denunciado que le estaban construyendo encima de su casa y que ahora había roturas en las paredes y a quien estaba construyendo, ni siquiera una advertencia. ¿De las víctimas y familiares?. Mejor no hablar. A lo sumo, anunciar que se había conversado con ellos, cosa que no era así.

El día de la primera marcha fue bastante particular. Hubo dos. Una sin banderas y otra con banderas. Por esas casualidades de la vida, el gremio al que pertenecía una de las víctimas, estaba de elecciones, y aparecieron todos los colores habidos y por haber. Las convocatorias siguientes se hacían sin banderas político-partidarias y tal vez por eso, la ausencia de estos sectores fue in crescendo y las marchas no fueron tan multitudinarias.

Pero una idea persistió y persiste en ellas: el reclamo de Justicia. Habrá diferentes opciones de lucha, algunas más visibles, otras más silenciosas, sea por los intereses que sea, pero el reclamo, a pesar de las diferencias, sigue siendo el mismo. Sin importar el dolor que se siente.

Desde mi lugar, me plantee varias veces las razones de mi apoyo al reclamo. No porque dudara de la legitimidad del mismo. Al contrario. Sino por quienes eran señalados cono responsables políticos. Es conocido mi enfrentamiento con la actual gestión municipal, producto de los dos entierros del ya mítico Anfiteatro Recuperado Gato Negro. Pero este enfrentamiento trasciende este episodio político-cultural. Mis planteos iban por ese lado. Si criticaba a la Municipalidad por lo que había pasado en el Anfi y por tener diferencias personales. Y no. No fue así. Haberlo hecho por eso y hacerlo por eso es de una mediocridad tan baja difícil de contabilizar.

Mi crítica, al menos así lo considero, iba más allá. Mi crítica no es sólo por ese modelo de gestión donde importa el negocio, donde se habla de nivel y jerarquía, donde prima el individualismo derechoso, donde el que da su opinión merece ser vapuleado, donde se jactan de espiar a los ciudadanos considerados molestos. Mi crítica es por saber que molestó más la pérdida de un negocio de 12 millones de pesos anuales con el estacionamiento en el Parque Central que la pérdida de siete vidas, de siete vecinos y vecinas, de siete vecinos míos, tuyos, de todos.

Eso dolió. Y mucho. Para tapar el anfiteatro movieron todo el aparato. Por la Cooperativa Obrera basto decir que no tenían la culpa y decir “sigan participando” a los familiares y a los concejales que impulsaron el juicio político, fracaso el pedido en el Concejo Deliberante.

Ese es Quiroga. La soberbia a viva piel y, como cabeza de gestión, el reflejo de una parte la ciudad. Una ciudad a la que le reescriben su historia y destruyen su pasado. Una ciudad que por suerte tiene quienes defienden su historia, su identidad. Y allí estaremos. Reclamando justicia, desde mi lugar, sin importar con que palabras se engloba lo sucedido, respetando lo que decidan los hasta que esta sea real y plena. Nos merecemos eso, una vez más. O mejor dicho, aunque sea una vez.

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Siempre presentes Tiagoy Juan Yáñez, Fedra Yáñez, Ida Martínez, Lorena Ockier, Carlos Arrigoni yEvans Aguilar.

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