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(Foto Cecilia Maletti) |
Hace un año estaba en la Conrado, a
punto de iniciarse una función de un ciclo de cine. Mi viejo me
llama por teléfono para contarme que por la radio avisaron que se
había caído una losa del techo de la Cooperativa Obrera. El
comentario tenía una cierta importancia. Unas semanas antes, él
había ido pro primera vez al lugar y quedó sorprendido al saber que
aún figuraba como socio de la época de Bahía Blanca. Le llamó la
atención ese detalle casual. A medida que iban pasando los minutos,
veía en el Facebook como mucha gente que estaba allá, en el lugar
de los hechos, subía fotos de lo que estaba pasando, ante el
silencio llamativo del canal local. Ya a la noche, la noticia había
sido difundida a nivel nacional y ya no había forma de callar el
tema.
Así fue como por las horas siguientes
se registraron varios episodios interesantes de recordar: dos
llamados periodistas locales se peleaban por Twitter para ver quien
tiraba más cifras de muertos y heridos, llegando al corolario de lo
absurdo cuando la esposa de uno de ellos se mete en la conversa para
defender a su parido; el secretario de coordinación de gabinete de
la Municipalidad, Marcelo Bermúdez, anunciando por TN que estaban
preparando los papeles para la Justicia horas antes de que la
Justicia anunciara que se iba a allanar la Municipalidad
(casualmente, ese video desapareció de youtube); la conferencia de
prensa mentirosa realizada irónicamente en el momento donde
rescataban los primeros cuerpos en la cual el intendente Horacio
Quiroga se desligaba de toda culpa y responsabilidad por controlar
obras negando el conocimiento de las obras mismas pero presentando
los papeles que daban cuenta que sabían que se estaba haciendo; las
cifras poco precisas de cuanta gente herida había, integrantes del
gabinete municipal yendo al lugar para sacarse fotos hasta con
mamelucos a estrenas; la pelea del gobernador Jorge Sapag y Pechi por
quien saludaba antes a los afectados; las quejas por la lentitud de
los trabajos de rescate y la falta de atención a familiares, y, en
lo particular, el más llamativo de todos, la solidaridad y la rápida
reacción de vecinos y vecinas que se acercaron para ayudar, que
brindaron contención, difundieron el listado de cosas que se
necesitaban, que dieron contención, que estuvieron allí, sin hacer
distinciones de colores políticos.
Los días siguientes estuvieron
colmados de bronca y mucha impotencia. Sobre todo, por saber que los
dos Estados se peleaban para ver quien tenía más culpa. La
Municipalidad, por su parte, acusaba que todo se trataba de una
jugada política, que busca un golpe institucional, que buscaba
derrocar a Quiroga, acosaba de pronto a los vecinos que estaban
construyendo en sus casas al punto tal de la exageración de mandar
orden de desalojo a una mujer que había denunciado que le estaban
construyendo encima de su casa y que ahora había roturas en las
paredes y a quien estaba construyendo, ni siquiera una advertencia.
¿De las víctimas y familiares?. Mejor no hablar. A lo sumo,
anunciar que se había conversado con ellos, cosa que no era así.
El día de la primera marcha fue
bastante particular. Hubo dos. Una sin banderas y otra con banderas.
Por esas casualidades de la vida, el gremio al que pertenecía una de
las víctimas, estaba de elecciones, y aparecieron todos los colores
habidos y por haber. Las convocatorias siguientes se hacían sin
banderas político-partidarias y tal vez por eso, la ausencia de
estos sectores fue in crescendo y las marchas no fueron tan
multitudinarias.
Pero una idea persistió y persiste en
ellas: el reclamo de Justicia. Habrá diferentes opciones de lucha,
algunas más visibles, otras más silenciosas, sea por los intereses
que sea, pero el reclamo, a pesar de las diferencias, sigue siendo el
mismo. Sin importar el dolor que se siente.
Desde mi lugar, me plantee varias veces
las razones de mi apoyo al reclamo. No porque dudara de la
legitimidad del mismo. Al contrario. Sino por quienes eran señalados
cono responsables políticos. Es conocido mi enfrentamiento con la
actual gestión municipal, producto de los dos entierros del ya
mítico Anfiteatro Recuperado Gato Negro. Pero este enfrentamiento
trasciende este episodio político-cultural. Mis planteos iban por
ese lado. Si criticaba a la Municipalidad por lo que había pasado en
el Anfi y por tener diferencias personales. Y no. No fue así.
Haberlo hecho por eso y hacerlo por eso es de una mediocridad tan
baja difícil de contabilizar.
Mi crítica, al menos así lo
considero, iba más allá. Mi crítica no es sólo por ese modelo de
gestión donde importa el negocio, donde se habla de nivel y
jerarquía, donde prima el individualismo derechoso, donde el que da
su opinión merece ser vapuleado, donde se jactan de espiar a los
ciudadanos considerados molestos. Mi crítica es por saber que
molestó más la pérdida de un negocio de 12 millones de pesos
anuales con el estacionamiento en el Parque Central que la pérdida
de siete vidas, de siete vecinos y vecinas, de siete vecinos míos,
tuyos, de todos.
Eso dolió. Y mucho. Para tapar el
anfiteatro movieron todo el aparato. Por la Cooperativa Obrera basto
decir que no tenían la culpa y decir “sigan participando” a los
familiares y a los concejales que impulsaron el juicio político,
fracaso el pedido en el Concejo Deliberante.
Ese es Quiroga. La soberbia a viva piel
y, como cabeza de gestión, el reflejo de una parte la ciudad. Una
ciudad a la que le reescriben su historia y destruyen su pasado. Una
ciudad que por suerte tiene quienes defienden su historia, su
identidad. Y allí estaremos. Reclamando justicia, desde mi lugar,
sin importar con que palabras se engloba lo sucedido, respetando lo
que decidan los hasta que esta sea real y plena. Nos merecemos eso,
una vez más. O mejor dicho, aunque sea una vez.
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Siempre presentes Tiagoy Juan Yáñez, Fedra Yáñez, Ida Martínez, Lorena Ockier, Carlos Arrigoni yEvans Aguilar.
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